Juan Pablo II, el más grande representante de la nación polaca*

 

*Intervención de Henryk Kobierowski, Embajador de la República de Polonia, en el acto de inauguración de la Cátedra Juan Pablo el Grande.

Hablar sobre Juan Pablo II, hablar sobre el Papa y, para mí, el santo, es razón suficiente para no poder frenar mis emociones, sobre todo cuando hablo de un gran polaco frente a las autoridades más altas de la Iglesia colombiana. Estoy muy emocionado de hablar sobre Juan Pablo II, el profesor, el filósofo, el artista, el escritor. Estoy muy emocionado, porque siento su presencia acá en este momento.

Juan Pablo II fue un polaco excepcional. Nacido en 1920, en un año muy extraño. Éste fue el año cuando Mahatma Gandhi empezó su camino de paz en India. Fue un año cuando abrieron la votación para las mujeres en EE.UU. Se nota que a partir de este momento funcionó la democracia en ese país. Pero sobre todo fue un año donde hubo un acontecimiento en Polonia, en Europa, poco conocido o, mejor dicho, olvidado, acá, no solamente en Colombia sino en una gran parte del mundo. Pocas personas recuerdan que en 1920 hubo un intento bolchevique de invadir no solamente Polonia, sino parte de Europa, y de poner en marcha la revolución bolchevique en Europa y en el mundo. Y fue justamente ese año cuando los polacos defendieron esta invasión, defendieron este ataque, dirigido por el mariscal Tujachevsky. Y este ataque, esta ofensiva, fue frenada en el río Vístula, que es un río que significa para nosotros lo mismo que para los colombianos significa el río Magdalena. Fue un milagro. Y justamente este freno al ataque bolchevique en el Vístula, en la historia humana es conocido hasta hoy como el “Milagro de Vístula”. Mucha gente perdió la vida. Mucha gente participó en esta guerra, mucha gente conocida; entre ellos, el joven capitán Charles De Gaulle, quien participó como ayudante del General y como profesor de la Academia Militar, también Petáin, y otras personalidades. Gracias a Dios, gracias a la madonna negra de Czestochowa, esta invasión fue frenada. Yo no sé si eso también fue una parte del milagro que hizo el pequeño niño llamado Karol Wojtyla que había nacido justamente en esta época.

Yo soy historiador. En muchas de nuestras discusiones con el señor Profesor Piotroswki, él se ocupaba más de la literatura, de las obras filosóficas, de ética cristina, a las cuales se dedicó Juan Pablo II como profesor de la Iglesia Católica en Lublin. Yo me interesé más por el ambiente donde se formó la característica personalidad del joven Karol Wojtyla y, después, por la manera como aprovechó esta experiencia de su vida dirigiendo la Iglesia Católica en el mundo. Hubo unas huellas, bien fijadas, que prácticamente imprimieron esa fuerza en la formación de su personalidad. Fueron unas experiencias
en su mayor parte muy tristes.

Karol Wojtyla, como ustedes saben, perdió todos los miembros de su familia. Nacido en Wadowice, después vivió y estudió en Cracovia. Durante sus estudios empezó la Segunda Guerra Mundial, con la invasión brutal de los alemanes a Polonia. Los nazis de inmediato organizaron unos campos de concentración, en un programa de exterminio de naciones como la polaca, como la judía, como la gitana. Cerca, muy cerca, más o menos como a 50 kilómetros de Wadowice y a 60 kilómetros de Cracovia, ubicaron los campos de concentración conocidos aquí como Auschwitz-Birkenau –en polaco, Oświęcim-Brzezinka–, en donde centenas, miles, millones de personas perdieron la vida; no perdieron, los mataron. El joven Karol Wojtyla fue testigo de estos acontecimientos, de esta horrible guerra, de esta matanza, no solamente en los campos de concentración, sino también, en razón de algún capricho alemán; por ejemplo, algunos polacos fueron obligados a fijar un escudo encima de su ropa. Si un polaco, al decir “buenos días”, no lo hacía bien delante de un alemán, de un nazi, podían matarlo sin ninguna excusa, y de hecho mataron mucha gente. En este ambiente, Karol Wojtyla tenía que vivir, y vivía, observando esta vida cotidiana, estos acontecimientos, que se conservaron en su mente. Después de la liberación, después de la Segunda Guerra Mundial, la gente fue muy entusiasta con Polonia, pensando que por fin había llegado la libertad. Como en el siglo xix, cuando Polonia no existía –porque desde 1795 hasta 1918 Polonia fue ocupada por Rusia, Alemania y el Imperio Austro Húngaro–, todos los ocupantes tenían un objetivo: eliminar la nación polaca, eliminar la cultura polaca, eliminar el idioma polaco. Los únicos sitios en donde se podría practicar y usar el idioma polaco, cantar en polaco, enseñar la cultura polaca, y donde se conservó la cultura polaca, fueron las iglesias. Los ocupantes no tenían coraje de entrar a las iglesias. Lo mismo ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial: los alemanes destruyeron las iglesias, bombardearon las iglesias, pero nunca se atrevieron a entrar en ellas, en donde los polacos muchas veces se defendieron.

La Iglesia fue una red en la que se salvaron muchos polacos, mucha gente, muchos judíos, en especial los niños judíos, que fueron guardados por los sacerdotes, que también pagaron muchas veces con su vida, que fueron condenados a la muerte. Llegó entonces la liberación, la libertad, después de la Segunda Guerra Mundial. Pensamos que desde ahora podríamos vivir de una forma democrática y abierta. No. Como ustedes saben, Polonia entonces pasó a pertenecer al sistema socialista y a depender de Moscú. Los comunistas propusieron un régimen que iba dirigido sobre todo en contra de la Iglesia, y ocurrió lo mismo que durante el siglo xix, durante la Segunda Guerra Mundial: la gente se salvó en las iglesias, sitios donde los miembros de Solidaridad, por ejemplo, podían enseñar sus obras, hablar de forma libre, divulgar sus ideas de libertad, y fueron las iglesias, fueron los sacerdotes los que lo hicieron posible. Durante la ocupación, la gente que trabajaba en instituciones oficiales, en el gobierno, por ejemplo, para bautizar a sus hijos tenían que ir por la noche a las iglesias, y así profesar su religión de este modo un poco clandestino. Mis hijos, por ejemplo, fueron bautizados durante la noche en un pueblo cerca de Varsovia. Fui a donde el sacerdote con mi hijo para bautizarlo y él me dijo: “hijo no te preocupes, para mí la Segunda Guerra Mundial no ha terminado, durante la guerra trabajamos por la noche y ahora también lo hacemos, tráigalo a la una de la madrugada”. Ésta fue la época que vivió Juan Pablo II. Él, como yo recuerdo, en esta época fue más valiente, tenía más coraje. Yo recuerdo cuando él luchó para construir nuevas iglesias, junto a Katowice, y en otros sitios; claro que los comunistas tenían miedo de hacer algo, por eso lo respetaron. En esta época, la vida de Karol Wojtyla fue bien controlada. No se podía leer libremente, por ejemplo, las obras que él presentó en la universidad, no se publicó ninguna comunicación sobre su vida, sobre el desarrollo de su trabajo, etc.

Fue todo un acontecimiento cuando un grupo de obispos escribió una carta a los obispos de Alemania pidiendo perdón a propósito de la Segunda Guerra Mundial. En esta época, recuerdo que un duro político lanzó un comunicado condenándolo moralmente: ¿cómo es que un polaco perdona a los alemanes? Fuealgo curioso. Pero ésta fue la consecuencia de su filosofía profunda. Él sabía que no se puede vivir guardando odio, por ejemplo, por los acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial; que hay que buscar el diálogo, que hay que buscar las cosas que unen. Por eso empezó conectándose con la Iglesia alemana, para que esta idea de destrucción pasara. Y así, él también obtuvo mucha experiencia de cómo luchar contra los regímenes antihumanitarios, y así lo hizo después, cuando llegó el momento y lo eligieron Papa.

Primero el poder comunista se mantuvo en silencio, tres días sin comunicados, pero la gente pasó de inmediato esta información a Polonia. Yo me sorprendí, porque, sin ninguna información, fui al trabajo y escuchaba tocar todas las campanas de las iglesias, durante unas cinco horas. Pensé que alguien había muerto. Por la noche, escuchando la emisora Europa Libre, emitida en polaco desde Múnich, desde Alemania, comunicaron que Karol Wojtyla había sido elegido como el Papa. Eso fue una alegría para todos. Pero nadie sabía del cardenal, poco conocido en Polonia. Porque en Polonia, como he dicho, toda la información sobre Karol Wojtyla fue clandestina. Oficialmente no se hablaba deél. La gente estaba un poco preocupada: ¿cómo
podría dirigir la Iglesia Universal un joven cardenal de una provincia como Cracovia? Y cuandoél empezó su trabajo, fue una sorpresa.

Cuando él llegó a Polonia en 1979, tuve la suerte de estar entre las personas que organizaron la visita. Fui quien lo acompañó. A veces, en algunos periódicos, veo fotos de esta visita, y era yo justamente el joven que iba al lado del Papa. Cuando él llegó a Polonia presentando sus ideas, sobre todo dirigiéndose al pueblo, y dando unas sugerencias de liberación, de libertad, entonces todos entendimos que había ocurrido algo grande en el mundo, y ésta fue una apreciación cierta, porque un año después había nacido Solidaridad, y diez años después, en 1989, como ustedes saben, esta zona fue liberada y a Polonia llegó la democracia. Yo no tengo dudas de que su aporte en este acontecimiento fue muy grande. Yo no tengo dudas de que sin el Papa, sin Juan Pablo II, no hubiéramos podido obtener la libertad. Por eso, los polacos, Polonia, lo trata como el santo; para nosotros fue un milagro. Yo como historiador siempre escuché decir a mis profesores que un régimen siempre cambia después de la guerra. En la historia universal no hubo ningún ejemplo de un régimen que cambiara sin el uso de las armas, y ese fue también, a mi juicio, el gran milagro y el éxito grande de Juan Pablo II.

Como he dicho, hablar sobre Juan Pablo II no es fácil. De él han quedado muchas obras, muchos libros valiosos, muchos documentos, que hay que estudiar ahora, tranquilamente, y mirar cómo fue su visión del mundo, de la vida, de la filosofía de la vida, etc. Por eso creo que, al inaugurar la Cátedra Juan Pablo II “El Grande”, la Universidad de La Sabana da un gran paso, que otras universidades del mundo deberían dar. Los felicito, esta Cátedra tiene gran futuro, pues la gente espera explicaciones de las obras de Juan Pablo II, ya que lo que ha dicho, lo que ha escrito, a veces no es entendido lo suficiente. Ahora en Polonia hay gran entusiasmo por él. Hubo una época en que la gente lloraba, diciendo:“cuando Juan Pablo II estaba acá diciendo eso, nosotros hemos escuchado, pero no hemos realizado ninguna promesa suya, ninguna palabra”. Ahora la gente dice que llegó el momento de estudiarlo. Y cuando digo “la gente” me refiero a la generación de Juan Pablo II, esto es, a los jóvenes que se llamaron así en Polonia. Yo
creo que esta Cátedra, que orgullosamente estamos inaugurando, tiene buen futuro.

Henryk Kobierowski
Embajador de la República de Polonia en Colombia


 

Presentación de la obra de Karol Wojtyla Mousiké y del estudio crítico y traducción de Bogdan Piotrowski*

 

* Palabras pronunciadas por Mons. Luis Augusto Castro Quiroga durante la inauguración de la Cátedra Juan Pablo el Grande.

El Doctor Bodgdan Piotrowski nos ha deleitado con una nueva obra sobre Juan Pablo II. Se trata de un estudio crítico de la poética juvenil de Karol Wojtyla. Es una ayuda que nos permite apreciar mejor la traducción y valoración de los dos poemas llamados Mousiké. Felicitamos a la Universidad de La Sabana por esta iniciativa a través del Instituto de Humanidades. El Doctor Bodgdan Piotrowski nos ofrece, como uno de los puntos centrales de la inspiración de estos poemas del futuro Papa, el sentido humanista, con varias características:

Primera, la continuidad entre la inspiración de estos poemas de los años juveniles y la posterior, manifestada en la acción y enseñanza del Papa Juan Pablo II. Segunda, la clara distinción entre un viejo humanismo –que no por viejo, sino por dañino, había que desecharse– y un nuevo humanismo que se va forjando con los años, pero cuyos gérmenes ya aparecen en las dos poesías anotadas. Tercera, el nuevo humanismo deja ver una dialéctica entre nacionalismo y pluriculturalismo, algo muy importante, como quiera que el nacionalismo debe ser abierto, no cerrado, pues las culturas crecen no tanto por intrafecundación cuanto por interfecundación, como la visión universal del cristianismo lo pone de manifiesto. Cuarta, el nuevo humanismo comprende una cultura que considera muy seriamente que el arte es inseparable de la fe. Los hombres nuevos tienen que ser hombres de Dios. La alusión a la fe se repite en las dos poesías. La poesía de Karol Wojtyla en la poesía de la fe. Todo arte es un acontecimiento del espíritu. Quinta, la relación entre la musiché y el humanismo es muy sentida. Del humanismo verdadero, abierto a la realidad de Dios y a la dignidad de cada ser humano, la musiché –que comprende no sólo música sinopoesía y danza– es un signo positivo, mientras que cuando, y donde, la humanidad está amenazada, la musiché puede callar, así que su ausencia puede anunciar una catástrofe:

Avanzan las huestes de Batu Kan (nada de música, las teclas se mojan en la lluvia)

El doctor Piotrowski nos hace notar que este Batu Kan evoca las trágicas conquistas de los mongoles, pero es una analogía de las posibles invasiones hitlerianas.

Todas las consideraciones anteriores podrían parecernos muy forzadas si se piensa que la poesía que consideramos es inspiración de un joven que apenas ha cumplido los 18 años. Sin embargo, de Karol Wojtyla se dice que fue un hombre que creció demasiado rápido:

Los eventos traumáticos que caracterizaron sus primeros años hubieran podido llevarlo a inferir que la existencia humana es irracional, aún más, absurda. Él llegó a una conclusióndiferente. A partir de la adolescencia bajo la ocupación nazista, se convenció poco a poco de que la crisis del mundo moderno es sobre todo una crisis de ideas, una crisis de la idea misma de la persona humana. Y si la idea de persona humana que domina a una cultura está viciada, hay dos posibilidades: o esa cultura dará vida a aspiraciones destructivas o será incapaz de realizar las más ardientes esperanzas, aunque se expresen en los términos humanísticos más nobles1.

Como anota el profesos Piotrowski, en la poesía juvenil de Lolek (así era llamado Karol) se puede notar el desafecto por una equivocada visión de la humanidad y se pueden apreciar los retoños de una nueva humanidad.

¿Cuál es esa visión equivocada de humanidad que tal vez Lolek no podía aún definir filosóficamente a sus 18 años, pero sí expresar existencial y poéticamente, puesto que sentía sus efectos en lo más profundo del corazón y repudiaba, a su manera, con plena energía? El tema nos lleva primero a mirar desde dentro ese nazismo que en el año 38 se cernía como negro nubarrón sobre los cielos de Polonia, y segundo, a explicitar algo más cuanto el profesor Piotrowski nos dijo sobre la vida de Lolek en esos dos años 38 y 39, tan definitivos en la vida de este joven. Nos preguntamos: el nazismo, hijo degenerado y nefasto del idealismo, ¿qué tomó de su padre que le sirvió luego para hacer tanto daño? Tomó una idea y sólo una idea: la humanidad.

En esos años 30, cuántos elogios se hacían a la humanidad. Era una palabra que llenaba por completo la boca de muchos. El elogio a la humanidad estaba de moda. Pero cuidado, hay que notar que más allá de la palabra y de la idea de humanidad no había nada más. Faltaba la referencia al ser humano concreto, al individuo de carne y hueso, alma y espíritu, cédula y fotografía, con su dignidad humana merecedora de todo respeto y con su identidad particular.

La idea de humanidad, dentro de un marco totalitario construido por el idealismo mismo, sencillamente acaba con el individuo. “La lógica de la idea lima y pule las diferencias individuales consiguiendo así la uniformización de todos”2. El individuo importa poco, lo importante es la humanidad. Y el individuo mismo que enfrenta la muerte debería entender que, a la hora de la muerte, se salva en el Todo. Algunas personas, en estas tres primeras décadas del novecientos, entendieron que esta filosofía de la idea de la humanidad lleva al desastre. Por eso a estas personas se las llama los avisadores del fuego.

Rosenzweig se rebela contra esa idea de la humanidad que anula al individuo, y afirma que para entender el valor absoluto de la vida hay que tomarse muy en serio la angustia individual ante la muerte. Además, no se puede aceptar que el Estado declare una guerra y justifique y racionalice la muerte de los individuos como un sacrificio por esa idea superior llamada humanidad3. Una vez reducida la muerte individual a nada, el crimen, incluido el de las masas, será una nada, una nadería, si el Todo lo demanda.

Otro avisador del fuego, Walter Benjamín, centra su crítica en el desprecio del idealismo por el hombre concreto, como si el aprecio por las ideas abstractas supusiese el cerrar los ojos a la realidad completa reducida a insignificancia.

Benjamín sabe demasiado bien que las exclusiones metafísicas suelen tener traducciones físicas: exilios, exclusiones o persecuciones. La universalidad no puede ser a costa de la singularidad. Hay una violencia escondida en las figuras universalistas abstractas (llámense derechos humanos, humanidad o proletariado) que se manifiesta en el desprecio teórico del individuo, relegado al limbo de lo insignificante para la comprensión de la humanidad, y también en la presión política, si lo exige el Todo4.

Si los dos anteriores detectaban los peligros ayudados por un análisis político, el Papa Pío XI, no siempre bien interpretado, detectaba el mismo peligro desde una visión de fe. Al proclamar a Cristo Rey del Universo, con una finalidad y un contenido eminentemente espiritual, buscaban también denunciar los intentos de los regímenes totalitarios de las naciones que se consideraban propietarias absolutas de los individuos. Al insistir en el reinado de Cristo en los individuos, buscaba poner de manifiesto la dignidad de cada uno y su vocación definitiva de la santidad.

En efecto, las filosofías del momento no sólo enaltecían la idea de humanidad, sino también iban reduciendo a su mínima expresión la integridad del ser concreto. Su realidad de individuo se veía como un simple cuerpo, así que el alma se substituía por lo espiritual y lo espiritual se reducía a lo racional.

Omito otras figuras de estas tres primeras décadas, que como Kafka podían llamarse también avisadores del fuego. En general, los avisadores del fuego no fueron suficientemente escuchados. Como el payaso del circo, que ante un incendio de verdad gritó fuego y todos soltaron la carcajada, así estos avisadores no fueron tomados muy en serio y el fuego hizo desastres.

Una vez establecido el primado del concepto sobre lo singular, el imperio de la lógica de la idea, a la hora de construir la realidad, y el reduccionismo del ser humano concreto, no fue difícil que esta humanidad, toda ella idea, encontrase una compañera con quien hiciese unión y con quien, en definitiva, se identificase. Esta compañera, que se llamaría raza, ideológicamente se convertiría en racismo y le daría una justificación al proceder posterior criminal, masivo, frío, banal y, para sus autores, digno de encomio, cuando no simple cumplimiento del deber.

Hanna Arendt, en su análisis del totalitarismo, trata de ponerse en el lugar de los totalitaristas que con tanta frialdad asesinaron, y leyendo sus pensamientos, expresa que si la ideología decreta que hay “clases moribundas” o “razas impuras” y no extrajera la consecuencia de que, para salvar a la vida y mantener la pureza hay que matar, sería simplemente un estúpido o un cobarde5.

Sabemos de la sorpresa de Arendt ante personas que vivían una vida tranquila en su hogar, besaban a sus niños, tocaban el piano, escuchaban música, inclusive rezaban y luego mandaban a asesinar con la más absoluta frialdad. La banalidad del mal los había deformado y deshumanizado.

Hasta aquí las consideraciones de esta vieja humanidad convertida en idea, asociada a otro factor totalitario, el racismo, y que ese joven llamado Lolek o Karol rechazaba, no con términos filosóficos sino muy existenciales, por medio del teatro, de la poesía, de sus opciones de vida y de la fe en Dios.

En esos años 38 y 39 se podían vislumbrar los primeros pasos de lo que se puede llamar el círculo de la muerte. Según éste, la persona se reduce a grupo así que pierde su individualidad. El grupo se declara peligroso para el resto de la humanidad. Luego el grupo se conecta con seres diabólicos y finalmente se declara que, por el bien de la humanidad toda, por su limpieza necesaria, ese grupo debe ser eliminado. El asesinato se convierte en un deber moral.

Ginka Beer, aspirante a actriz de Wadowice, expulsada de la facultad de medicina de Cracovia como consecuencia de una acción disciplinar antisemita, tuvo que salir del país rumbo a Palestina. Lolek y su amigo Jurek Kluger la acompañaron hasta la estación del tren. Ella llevó en el corazón las palabras de Lolek: “No todos los polacos son antisemitas. Yo no lo soy. Tú lo sabes”.

En ese año 38, Jurek Kluger, compañero de Lolek, notó que su padre había añadido a su placa de oficio el nombre hebreo. Era un boicoteo económico. Aún más, era el siguiente paso del círculo de la muerte. Es mejor no acercarse a su puesto de trabajo, es peligroso para la salud. En los mismos colegios donde el nazismo imperaba se daban clases de biología donde se explicaba la peligrosidad de los hebreos para la salud de los demás. Nada de raro que Lolek y Jurek hayan visto compañeros de curso que se escribían en los partidos políticos antisemitas. Pero también Lolek podía ver a su padre, el capitán, cuando, esperándolo a la salida del colegio, saludaba afectuosamente a Jurek y le decía: “¿Cómo está tu papá? Llévale mi saludo.
Por favor, no lo olvides”.

Volvamos al mundo académico de Lolek. En mayo de 1938 recibió su diploma de bachillerato. La escuela secundaria frecuentada por Lolek ofrecía una excelente enseñanza clásica. El latín y el griego eran materias centrales y a las mismas se añadían la lengua y literatura polacas, historia y matemáticas. Karol empezó el estudio del latín a los trece años, desarrollando por esa lengua una pasión que le durará toda la vida. El estudio del griego lo inició a los catorce años. El primer contacto de Karol con las obras románticas posiblemente tuvo lugar cuando su papá le leyó la famosa trilogía de Henryk Sienkiewicz en la que valientes jinetes galopan por la antigua confederación polaco-lituana luchando con vehemencia por la gloria y la defensa de la fe y de la patria.

Otros grandes poetas dramaturgos del movimiento romántico que llegaron a influir en Karol fueron Adam Mickoewicz, Juliusz Slowacki y Cyprian Kmil Norwid, especialmente este último, que esperaba ser, como Don Quijote, un caballero de la verdad. Quienes deseen más explicaciones sobre estos poetas y dramaturgos pueden dirigirse al Doctor Bogdam Piotroski de la Universidad de La Sabana.

Pero el influjo mayor lo recibió Karol del profesor Kotlarczyk, quien enseñaba historia en Wadovice. El papá de este profesor era un fanático del teatro. Si en la noche le venía una idea dramatúrgica, despertaba a toda la familia para explicarla. El Doctor Piotrowski nos habla de la amistad y de la común actividad de Kotlarczk y Karol. Desde 1936, Kotlarczk tomóa Karol y a Halina Krolikiewicz bajo su tutela, para enseñarles el modo único de recitar una
poesía y de ser actores de teatro. Fue con él que Karol creció mucho como actor y empezó a ver el teatro como lo opuesto a la antigua humanidad, porque el teatro develaba las más profundas dimensiones de la verdad de las cosas y, sobre todo, la estructura dramática de cada vida humana.

Durante el bachillerato, Karol obtuvo siempre notas excelentes, aunque sus actividades extraescolares se multiplicasen. El día de su grado hubo fiesta, aunque ensombrecida por el pensamiento de una tragedia. En el verano, Lolek cumplió con el servicio militar y en el otoño dejó Wadovice y se fue con su padre a Cracovia para estudiar en la Universidad Jagellona, como nos lo narra el doctor Piotrowski, quien pasó por la misma universidad. El estudio era recargadísimo. Cursos de etimología, fonética del polaco, interpretación de textos literarios, estudio de obras poéticas, dramas y romances polacos medievales, modernos y contemporáneos, introducción a la lengua rusa y estudio del paleoslavo, base histórica de las lenguas eslavas modernas. Allí empezó a comprender –como lo diría más tarde– el valor de la palabra, que lo llevará a acercarse al misterio de la Palabra, con mayúscula, esa a que hace referencia el himno de ángelus: “la palabra se hizo carne” y que preparará su ánimo al estudio de la teología.

Durante ese primer año de universidad, Lolek se sumergió también en las actividades literarias, se unió a diversos grupos de estudiantes dedicados a la poesía y llegó a ser miembro del círculo de los cultores de los estudios polacos, como nos lo recuerda el profesor Piotrowski, una organización que amén de las actividades literarias se oponía a las restricciones puestas a los hebreos en la Universidad Jagellona. A la par que escribía las poesías que estamos considerando, durante ese año tomó lecciones privadas de francés y trabajó de voluntario en la biblioteca. No es que Karol se la pasase estudiando. Conducía la vida normal de un joven con buenas amistades masculinas y femeninas. Amante del deporte, caminaba kilómetros buscando las mejores pistas para esquiar. Era unágil mimo y las imitaciones que hacía de sus profesores eran de una comicidad irresistible. Karol se había adaptado muy bien al exigente contexto de esa universidad tan importante y de esa ciudad de gran autoridad cultural. Sin embargo, llegó lo que se temía. Erguida sobre el Wawel, la colina más alta de la capital, se encuentra la catedral de Cracovia, donde se venera a la beata reina Eduviges y donde se encuentran los restos de San Estanislao. Allí se dirigió Karol el primero de septiembre del 39 para participar en la misa del primer viernes del mes. Durante la misa se oyeron las sirenas de alarma y las primeras explosiones que indican el comienzo de la guerra contra Polonia,
una guerra perdida dos veces. Terminada la misa, con cierta velocidad, Karol corrió a donde su padre.

La guerra fue una prueba de fuego. Seis años de la más inaudita crueldad, rotos con actos del más inimaginable heroísmo. El 18% de los polacos, seis de los 35 millones, murieron en batalla o fueron asesinados. Además, en Polonia tuvieron lugar las mayores masacres del holocausto y, como si no fuera poco, al final cayó en manos de otra potencia totalitaria. Desde aquel septiembre de 1939 hasta enero de 1945, cuatro experiencias fueron decisivas para definir ese nuevo humanismo que aparecerá más tarde en el sacerdote, el cardenal y el Pontífice.

La primera experiencia fue la lucha por la supervivencia moral, que puso bajo los ojos de Karol modelos de vida sacerdotal vivida heroicamente. Sobresalían el franciscano Maximiliano Kolbe y Adam Stephan Sapieha, el arzobispo del cual nos ha hablado el doctor Piotrowski. Hay que anotar que 3646 sacerdotes polacos terminaron en los campos de concentración, de los cuales 2647 fueron asesinados. De ellos, 120 fueron sometidos a experimentos médicos criminales. Los primeros en ser asesinados fueron los sacerdotes con mayor autoridad e iluminación. Un sacerdote podía ser ajusticiado por haber osado hacer una procesión en torno a su iglesia. Las religiosas detenidas fueron 1117, de las cuales fueron asesinadas 238. Nadie se planteaba si estaría vivo el año siguiente, sino sencillamente si estaría aún vivo el día siguiente.

La segunda experiencia fue la amistad con Juan Tyranowski, un laico contemplativo que tomó clandestinamente las riendas de la pastoral, a raíz del ataque nazi al clero católico polaco. Este sastre y apóstol formó un grupo de jóvenes llamado el Rosario Viviente, que se preocupaba por cómo hacer de Polonia una sociedad cristiana después de la guerra. Este grupo llegaría a tener en Karol a uno de sus primeros conductores. Juan introdujo a Karol a la espiritualidad carmelitana y sobre todo al conocimiento del místico español San Juan de la Cruz. El sastre intuyó cuánto podía influir la poesía de San Juan de la Cruz en la vida de este otro poeta, Karol Wojtyla. Fue ese también el comienzo de un deseo muy grande de Karol por aprender el español, algo que haría más tarde al profundizar académicamente en la espiritualidad del gran Doctor de la Iglesia.

La tercera experiencia fue la del trabajo manual que tuvo que buscar so pena de ser deportado. Fue aceptado en la industria química Solvay, donde estuvo cuatro años, durante los cuales trabajó primero en una cava de piedra en Zakrzowek, un pozo profundo varias decenas de metros, donde se extraía la cal necesaria para la producción de soda, y luego en otro laboratorio químico, menos duro. Los diálogos con los compañeros de trabajo fueron muy positivos para sensibilizarse socialmente.

La cuarta experiencia fue la del teatro en situación de clandestinidad. Él y sus compañeros de actividad literaria estaban decididos a no dejarse paralizar por el intento nazi de aplastar la cultura polaca. Fue un tiempo de intensa creación, especialmente con una inspiración muy bíblica. Así lo dan a entender los dramas titulados David, Job, Jeremías, en los que trataba el porqué del sufrimiento de Polonia.

Algunos han sugerido que, frente al horror de la ocupación nazi de Polonia, Karol se habría refugiado en el quietismo religioso. Era claro que, a la luz de los hechos, él debería tomar una decisión. Algunos jóvenes polacos escogieron la resistencia armada o el sabotaje clandestino. Karol optó por la resistencia a través de la cultura, apoyado en la fuerza de la palabra, con minúscula, y de la Palabra, con mayúscula.

Estas experiencias anotadas forjarán la mente y el corazón y confirmarán su compromiso con un nuevo humanismo, que florecerá en el ámbito universal cuando Karol, convertido en Juan Pablo II, empiece a darlo a conocer en varias etapas, de las que enuncio diez sobresalientes, para concluir:

• Primera: invoca el derecho a la libertad religiosa en el trigésimo aniversario de laDeclaración Universal de los Derechos del Hombre (11 de diciembre de 1978).
• Segunda: insiste en el valor del hombre como camino de la Iglesia, en su encíclica Redemptor hominis (4 de marzo de 1979).
• Tercera: enfatiza el valor de la justicia, pero no separada de la misericordia, en su encíclica Dives in misericordia (30 de noviembre de 1980).
• Cuarta: envía un mensaje a los líderes de la Iglesia en Polonia apoyando las reivindicaciones obreras (20 de agosto de 1980).
• Quinta: expone el valor del trabajo en su primera encíclica social Laborem excercens (14 de septiembre de 1981).
• Sexta: denuncia, a través del mensaje anual de la paz, la falsa paz del totalitarismo (1 de enero de 1982).
• Séptima: elabora la carta apostólica Salvifici doloris sobre el valor salvífico del dolor.
• Octava: invita a los jefes religiosos de todo el mundo para orar por la paz, en Asís (27 de octubre de 1986).
• Novena: pone de manifiesto los nuevos intentos de deshumanización, en la Sollicitudo rei sociales, su segunda encíclica social (19 de febrero de 1988).
• Décima: en el aniversario de la Rerum novarum vuelve sobre la justicia social en el mundo, en su encíclica Centessimus annus (1 de mayo de 1991).

Concluyo manifestando mi admiración por el doctor Bogdan Piotrowski, quien fuera de presentarnos su traducción de las poesías Mousiké y de habernos introducido al estilo literario del joven Karol, supo también, de forma delicada y admirable, poner de manifiesto la inspiración religiosa y el hilo de la fe que corre en cada uno de los versos, como corre también intensa y cautivante en toda la historia de Juan Pablo II, el Magno. Estas palabras sean una provocación para degustar plenamente la lectura de la obra que nos ofrece el doctor Bogdan Piotrowski.

Mons. Luis Augusto Castro Quiroga
Arzobispo de Tunja


1 G. Weigel, Testimone della Speranza, Milano, Oscar Mondadori, 2005, p. 11.

2 R. Mate, Memoria de Auschwitz, Madrid, Trotta, 2004, p. 98.

3 F. Rosenzweig desarrolla sus críticas en su obra La estrella de la redención, Salamanca, Sígueme, 1997.

4 Mate, Memoria de Auschwitz, ob. cit., p. 143.

5 Ibídem, p. 68.


Dos puntos sobre el método del libro Mousiké de Karol Wojtyla*

 

* Síntesis de las palabras del S. E. Mons. Aldo Cavalli, Nuncio Apostólico en Colombia, pronunciadas durante el acto de apertura de la Cátedra Juan Pablo el Grande.

Primer punto: la importancia de la introducción del profesor Bogdan Piotrowski a esta obra. En efecto, en esta introducción, el profesor sitúa la figura de Karol Wojtyla y sus poesías en un contexto histórico, social y familiar. A mi modo de ver, esto es fundamental, ya que para comprender la vida y obra de una persona, sólo es posible hacerlo bien dentro de un marco histórico, social, familiar y cultural. De esta manera también se llega a entender hasta qué punto la persona ha comprendido su tiempo. El juicio histórico más negativo que se pueda hacer sobre alguien es decir que hizo mucho, pero no comprendió su tiempo. Por tanto, es primordial captar si la persona, en este caso concreto Karol Wojtyla, el Papa, comprendió su tiempo. Desde esta perspectiva se puede entonces determinar cuál es la contribución positiva que hizo a su comunidad y al mundo.

Segundo punto: se nota en esta obra poética, Mousiké, cómo el joven Karol Wojtyla participaba con toda su personalidad, con toda su inteligencia, con toda su voluntad y con toda su cultura en las situaciones de su tiempo: estaba dentro de ellas, totalmente inmerso; analizaba de manera perspicaz y sufría con el sufrimiento de su época.

Yo no conocí a Karol Wojtyla, sino hasta que llegó al Vaticano como Juan Pablo II, pero desde ese momento siempre lo vi rezar, y después analizar, pensar y repensar lo que se podía hacer, las posibilidades que aparecían en el horizonte, para después intervenir. Nos enseñó que siempre tenemos que rezar, analizar, ver y luego intervenir.

Sobre las dos poesías de Mousiké, solamente quisiera plantear una idea. Me impactó una palabra que procede del Evangelio: se refiere a la escena de Jesús que se encuentra con la Samaritana. En la misma, dice Jesús a sus discípulos “levanten sus ojos y vean los campos” (Juan 4,35). Es como una invitación a elevar la inteligencia, las capacidades y la personalidad para ver lo que ocurre. Karol Wojtyla, en Mousiké I, proclamaba: “Me levanto, oh Señor, de la melodía del mundo para besar tus pies” (p. 116); y en Mousiké II: “Me levantaré. Debo construir la ciudad” (p. 124).

Me parece que en esta reiterada evocación del levantarse, el joven Wojtyla –él mismo– se levanta para ir y ponerse a los pies del Señor de la historia. Pero también se levanta para decir: Él es el Señor de la Historia; Él me envía a mí para construir la historia, para construir la ciudad.

Desde estas consideraciones podemos llegar a la conclusión de que el joven Wojtyla nos plantea una doble invitación: la primera, a analizar el mundo en el cual vivimos. El mundo de hoy no es el mundo de hace setenta u ochenta años; nos corresponde analizar el particular contexto histórico, cultural y social de nuestro hoy, para comprenderlo, ya que si no lo hago, mi compromiso con el mundo no será positivo. La segunda invitación es a levantar la cabeza, levantar los ojos, para ver, de una parte, al Señor de la historia, al que hace la historia; y de otra parte, ver nuestro mundo, para sentirnos enviados también por Él para construir la historia. Es lo que nos sugería el joven Karol: de un lado, me levanto para besar tus pies, de otro, me levanto
para construir la ciudad, para construir el mundo contigo, Señor.

Aldo Cavalli
Nuncio Apostólico en Colombia


El Nuevo Humanismo, según Juan Pablo II*

 

* Palabras pronunciadas por el Dr. Bogdan Piotrowsky durante la inauguración de la Cátedra Juan Pablo el Grande.


La Cátedra Juan Pablo el Grande, del Instituto de Humanidades de la Universidad de La Sabana, responde a la sentida necesidad en la cultura contemporánea de superar la crisis axiológica que atraviesa el mundo. Su gran autoridad, incuestionable y reconocida en todos los continentes, convocaba a millones de gentes en todos los países que iba a visitar. Las prestigiosas revistas internacionales lo proclamaban hombre del siglo. También se refleja, entre otros, en el hecho de que fue el único Papa proclamado por las multitudes como el Grande, en el II Milenio. La autoridad del Papa que dio nombre a esta unidad académica permite abrigar la esperanza de que sus enseñanzas integren las fidedignas soluciones a las dificultades y los conflictos que atraviesa la humanidad.

Los hombres de todas las naciones y de todas las religiones sabían y saben apreciar que sus propuestas fueron fundadas en la verdad y en el amor, siempre en función del bien común y conforme a la concepción irrefutable de la dignidad de la persona.

El enorme legado de la obra de Juan Pablo II espera y, hasta podríamos afirmar, exige un estudio interdisciplinario. A veces, no se valoran suficientemente las auténticas dimensiones, extensas y profundas, del tesoro cognitivo que nos dejó. Durante su pontificado el Movimiento Sindical de Solidaridad dio el ejemplo al mundo entero de cómo podían llevarse a cabo los profundos cambios sociopolíticos, sin derramar la sangre humana y conservando la dignidad de la persona; en consecuencia, fue abolido el comunismo. Los acontecimientos de esos años deben ser analizados por los politólogos, historiadores, economistas y sociólogos.

Karol Wojtyla, desde su cátedra en la famosa Universidad Católica de Lublín, que hoy lleva su nombre, proyectó el pensamiento filosófico, especialmente en los tratados Amor y responsabilidad (1960) y Persona y acción (1969), que hoy son considerados como títulos clásicos y clasificados entre los más representativos para el siglo XX. Es preciso señalar que su influencia sigue extendiéndose, lo cual se refleja no solamente en el creciente número de las traducciones a muchas lenguas y las muy significativas y reiteradas ediciones, sino también en el interés de los filósofos actuales que se reúnen con frecuencia en distintos congresos, seminarios y jornadas internacionales y cuya labor se refleja en los títulos de sus nuevos estudios.

Muy significativos y múltiples fueron sus aportes en la teología. En 2002, en su Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae, con los misterios de luz o los luminosos, completó los momentos tradicionales de la infancia, de la pasión y de la gloria con otras circunstancias de la vida pública de Jesús. Un año después, invitó a reflexionar sobre el concepto de presacramento, con estas palabras: “Presacramento –el solo ser visible del signo del Amor Eterno”, como consignó en su poemario Tríptico romano.

Con un aporte sin igual, el Papa de Polonia contribuyó en el campo del derecho canónico. El Cardenal Zenón Grocholewski, quien desempeñó durante 27 años diferentes funciones en la Signatura Apostólica, llegando a ocupar cargos de secretario y de su prefecto, así como del Presidente del Tribunal Supremo, señala con autoridad en su libro La filosofía del derecho en las enseñanzas de Juan Pablo II: “Juan Pablo II pasará a la historia de la legislación eclesiástica por haber sido el primer Papa que –además de otros documentos legislativos– se convirtió en autor de toda la legislación básica de la Iglesia católica, que se compone del Código del derecho canónico concerniente a la Iglesia latina (1983), el Código de los cánones de las Iglesias orientales (1990) y la Constitución Apostólica Pastor bonus, que reforma la Curia Romana (1988)”. Este hecho es poco conocido y vale la pena subrayarlo en esta ocasión.

¡Qué relevantes fueron las enseñanzas de Juan Pablo II en el campo de las ciencias de la vida! Sus advertencias sobre el aborto, la eutanasia y los complejos temas de la bioética constituyen una referencia imprescindible en las investigaciones.

La creación literaria del Papa-Poeta se hizo abrir las puertas de la literatura universal, por su validez estética, su originalidad formal, sus numerosísimas traducciones y por su excepcional solidez conceptual. Karol Wojtyla escribió 25 poemarios. A lo largo de su vida, desde la época de estudiante y, luego, como sacerdote, obispo, arzobispo y cardenal siempre se sintió poeta. Aunque no es usual que los papas escriban versos, Juan Pablo II reconfirmó su vocación lírica, escribiendo a los 82 años un nuevo tomo, vigésimo sexto, que tituló Tríptico romano. Recordemos, igualmente, sus cinco dramas, algunos de ellos no solamente representados en las escenas de distintos continentes, sino hasta llevados con éxito a las pantallas de cine.

El libro Mousiké, con el cual tenemos el honor de inaugurar la Cátedra Juan Pablo el Grande, incluye dos poemas con el mismo título. Uno de ellos es el más antiguo de toda la creación poética conocida del joven Lolek y está firmado con la fecha de 31 de diciembre de 1939; el segundo fue elaborado unos meses después. Hasta ahora, ninguno de ellos fue publicado en español. El título mismo evoca la visión de la sinestesia, que está plasmada en esos versos, la pintura, la música, la poesía, la danza y el drama. En la época de la infancia y de la adolescencia era actor y director de teatro. El arte siempre cautivaba la atención de Karol Wojtyla. Apreciaba su incomparable papel en la existencia del hombre. Demostraba el origen divino del arte, como en este verso: “Es Él quien les permite participar de la belleza que les insufló”. Esta concepción se proyecta ampliamente en Mousiké y lo acompañaba al Papa de Wadowice hasta sus últimos años.

Al estilo de los más grandes mecenas de la historia, el Papa promovió, igualmente, maravillosas obras, como, por ejemplo, la capilla Redemptoris Mater, inaugurada en vísperas del Gran Jubileo del 2000 (14 de noviembre de 1999) y comparada por su significado trascendental con la capilla Sixtina. Las dos capillas se complementan en la continuidad teológica y espiritual. En la capilla Redemptoris Mater emergen algunos argumentos de entre los más frecuentes del magisterio de Juan Pablo II como, por ejemplo, el ecumenismo y, en este sentido, es un lugar que visualiza el diálogo entre Oriente y Occidente. Los mosaicos narran la historia de la salvación, centrándose en el ministerio de la Trinidad. En la Carta de los artistas (1999), el Santo Padre afirmó: “toda forma auténtica de arte es, a su manera, una vía de acceso a la realidad más profunda del hombre y del mundo” (n. 6).

En esta breve intervención pudimos ver que Juan Pablo, el Grande, era una personalidad multifacética y ofreció a la humanidad un prototipo actualizado de humanista. El Nuevo Humanismo propuesto por el Sucesor Polaco de San Pedro superó el antropocentrismo renacentista. En esta nueva versión humanista, la persona no solamente es el centro sino que constituye la meta de todas las actividades para el bien del otro y se vuelve antropotélico, reconociendo siempre la filiación divina del hombre.

Por las razones expuestas anteriormente, se aspira a que la cátedra Juan Pablo el Grande quede conformada por los profesores, docentes e investigadores, filósofos, teólogos, médicos, juristas, filólogos, politólogos, sociólogos, comunicadores y periodistas, etc. La interdisciplinariedad y la integración de las enseñanzas pontificias desde los diferentes saberes deben constituir el verdadero eje de todas sus actividades académicas, en la docencia, en la investigación y en la extensión.

Es conveniente que la cátedra, como semillero académico, sea nutrida por un gran número de estudiantes que en el futuro lleven con entusiasmo y satisfacción, por todos los caminos de la vida, los mensajes del Papa Wojtyla. Juan Pablo II siempre se sentía muy bien entre los jóvenes y ellos se entusiasmaban con su presencia; la historia de las Jornadas Mundiales de la Juventud lo comprueba. Surgen de la memoria los momentos de diferentes juegos jocosos y espontáneos entre el Santo Padre con los jóvenes. Su asombrosa fuerza de convocatoria hacía reunir en diferentes países cientos de miles de jóvenes de todas partes del mundo. ¡Cómo no recordar en este momento estas palabras de despedida del Pontífice fallecido cuando ante las multitudinarias aclamaciones de los jóvenes reunidos en la Plaza de San Pedro confesó que antes él buscaba a los jóvenes y que en ese momento ellos vinieron a buscarlo! Más, esta búsqueda tiene razones vigentes para que siga actual y que los jóvenes la continúen.

Ahora bien, con el apoyo de las autoridades del Instituto de Humanidades y de la Universidad de La Sabana, la Cátedra Juan Pablo el Grande podrá crecer y consolidarse, pero es preciso que siempre esté abierta a relaciones nacionales e internacionales con sus homólogos. Su participación en la Red Hispana de Cátedras Juan Pablo el Magno, que fue fundada hace tres años (y liderada por la cátedra con el mismo nombre en la Universidad Sergio Arboleda) podrá impulsar y fortalecer los proyectos de investigación conjuntos. Juan Pablo II nos introdujo al iii Milenio, sembró infinitas semillas, y a nosotros corresponde cultivarlas para garantizar cosechas abundantes. Pido al Siervo de Dios Juan Pablo II el Grande que interceda ante el Señor para que nos conceda las bendiciones necesarias.

Finalmente, quiero agradecer de corazón a las autoridades que presiden la mesa y a todos los invitados que tuvieron la gentileza de acompañarme en este acto académico. Su apoyo en esta empresa es invaluable. Muchas, muchas gracias.

Bogdan Piotrowski
Director Cátedra Juan Pablo el Grande
Instituto de Humanidades
Universidad de La Sabana