PRESENTACIÓN

Universos compartidos

Otto Neurath concluía su breve tratado acerca de los fundamentos de las ciencias sociales con el relato de unos marineros que –en alta mar– acometen la trasformación de su propia embarcación.  Para modificarla, utilizan los materiales antiguos, así como elementos nuevos que se han encontrado en el camino. No es posible regresar a tierra firme, así que, mientras trabajan, han de permanecer sobre la estructura antigua, “sujeta a los embates de los vientos huracanados y de las olas encrespadas”. Es incluso posible  que, durante el mismo trabajo de reconstrucción, los marineros tengan ya en mente una   nueva estructura, sin que consigan llegar a un acuerdo y sin saber en qué terminará toda la historia1.

Quizá no tengamos otra posibilidad de acometer transformaciones si no es en altamar, porque la historia ya ha comenzado, y a los humanos los comienzos absolutos nos están vedados. El relato del barco de Neurath puede interpretarse como la historia del pensamiento, la historia de la ciencia: las posibles transformaciones se dan siempre en una tradición determinada y, por decirlo de algún modo, cuando nos hacemos conscientes de nuestra propia historia, ésta ya nos lleva ventaja, y su principio sólo se nos revela en episodios subsiguientes del mismo relato. En cierta medida, ésa también es la historia de cualquier empeño intelectual. En este caso, también la historia de esta revista.

Al cumplir la publicación su décimo año de existencia con este volumen, he querido aprovechar este editorial para reflexionar sobre la naturaleza y el espíritu de esta revista. En el número anterior, la Directora y Editora de la revista, Dra. Ilva M. Hoyos Castañeda, anunciaba algunos de los cambios introducidos, en sintonía tanto con su historia y tradición así como con el futuro proyectado. En dichos cambios se evidenciaba lo que hemos querido como horizonte de nuestro trabajo editorial: fidelidad e innovación, tomando prestadas palabras de Alejandro Llano, que así describe el trabajo universitario.

Según dice la misión de nuestra publicación, “Pensamiento y Cultura es una revista interdisciplinar que se propone divulgar los avances y resultados de la investigación en los distintos campos de las ciencias humanas y el arte”. No se entiende interdisciplinariedad como una colección fortuita de escritos, sino, más bien, con dicha nota se quiere aludir al empeño por hacer realidad la aspiración más profunda de la universidad, de toda universidad: autoconstituirse como una comunidad de saber. La fisonomía de nuestra revista quiere responder a la razón de ser de toda universidad, que es la adquisición y trasmisión del conocimiento. Esto es, Pensamiento y Cultura nació y se ha desarrollado con vocación universitaria.

En los últimos números, nos hemos propuestos dar pasos para consolidar la identidad de la revista a través de la promoción de su carácter interdisciplinar. La fragmentación casi total que atraviesa nuestra cultura se refleja en la misma configuración de nuestras universidades, hasta el punto de que no nos reconocemos mutuamente. Pensamos que un servicio insustituible que la universidad –y por extensión, esta revista– ha de prestar a la sociedad es procurar abrir espacios nuevos de comunicación y de encuentro entre los distintos saberes y técnicas.

En esa línea, Pensamiento y Cultura quiere servir como foro permanente de diálogo científico y académico, en el que comparezca el carácter plural del saber humanístico, así como los intentos que, desde diversas disciplinas de las Humanidades y Ciencias Sociales, se hacen para tender puentes. Queremos, con Pensamiento y Cultura, ofrecer la posibilidad a los especialistas de distintas áreas humanísticas de interactuar unos con otros y de ensayar acercamientos interdisciplinares a las cuestiones filosóficas, teológicas, sociológicas, históricas, políticas y culturales.

Ahora bien, para cumplir con este objetivo, las diversas disciplinas no pueden ni deben renunciar a su carácter propio, ni tampoco a sus metodologías específicas. Se trata, más bien, de trabajar en horizontes comunes de sentido, abiertos a un diálogo con los demás saberes y, a la vez, respetando la especificidad de cada una de ellas. Propiciar este ideal es la función y el valor de una revista de humanidades como ésta. Se engaña quien piense que tal función opera al margen de la sociedad. El saber acrecienta siempre la capacidad de actuar en y sobre el mundo, esto es, la libertad. En palabras de H.G. Gadamer, “en definitiva aprender es siempre un proceso que promete una nueva libertad y acaba dándola”2.

He tomado prestado el título de esta presentación de una de las obras que, en este número, ilustran nuestra revista. Universos compartidos, del pintor Mauricio Zequeda, dice en pocas palabras (y no tan pocas pinceladas) lo que he querido expresar en este editorial. Además de la ya mencionada, hemos seleccionado algunas de sus pinturas – Algo más que un rincón (ganadora del Premio Botero 2007, Casa, Puertas Ciegas y Título quieto– que resultan iluminadoras, desde el arte, de algunas de las preocupaciones que procuramos abordar en nuestra publicación a partir de la investigación científica. Se trata, en suma, de acercarse de alguna manera a la comprensión del ser humano. Eso sí, de un ser humano que vive en una experiencia fragmentada. No es cuestión solamente de que la cultura en la que vivimos sea inestable –como por lo demás es toda cultura– sino que, más aún, nos hemos hecho culturalmente conscientes de ello, de la inestabilidad de nuestra cultura. Esta idea reaparece una y otra vez en el pensamiento contemporáneo, y de ello también damos cuenta aquí.

Los artículos de este número y que presento a continuación, responden con cabalidad a ese carácter humanístico e interdisciplinar que es el sello de nuestra publicación. Como ya es costumbre, la revista abre con la sección Estudios interdisciplinarios. El primer   artículo titulado “Averiguación, escritura y narración histórica en la Grecia Antigua: Tucídides y la Historia de la Guerra del Peloponeso” plantea la cuestión de la identidad de algunas disciplinas en la Grecia clásica. Francisco Casas indaga en la especificidad de tres saberes emparentados entre sí, pero no iguales: Historia, Arqueología y Cronología. La Historia como disciplina surge en el intento de rescatar del olvido algunos hechos importantes y fiables que ayudan a comprender el propio presente.

“Hermenéutica de la narrativa del no-muerto: Frankenstein, Hyde, Drácula y el zombi”,
de Jorge Martínez Lucena, nos ofrece un lúcido análisis antropológico de la figura literaria del no-muerto en la literatura romántica inglesa. Con algunas de las herramientas de la hermenéutica filosófica, el autor busca mostrar cómo la figura mítica del no-muerto obedece a una de las preguntas existenciales más lacerantes: aquella que se cuestiona por la muerte. El artículo es un buen ejemplo del rendimiento filosófico que puede tener la literatura y el análisis literario.

“Las emotividades sociales y los medios de comunicación”, de Maritza Ceballos Saavedra, cierra esta sección. El artículo explora –a partir de una investigación realizada en la Universidad Javeriana en el 2007– el papel de los medios de comunicación en la construcción de las emotividades sociales. El tema no es baladí, porque son precisamente las emotividades construidas socialmente las que dan origen a los consensos y conductas sociales. El texto no se arredra ante las cuestiones filosóficas suscitadas desde el mismo planteamiento cultural.

En la sección Filosofía incluimos en esta ocasión tres artículos. Si bien se ocupan de cuestiones abiertas también a la interdisciplinariedad, la metodología utilizada obedece claramente a la disciplina filosófica. Se trata, en los tres casos, de estudios sobre los   desafíos de la racionalidad moderna al pensamiento contemporáneo. En primer lugar tenemos “Epistemología moderna y ciencias sociales. Un análisis crítico de Charles Taylor” de Alejandra Fierro. La autora argumenta cómo la propuesta filosófica de Taylor se constituye en estos momentos en una alternativa para superar la crisis de la epistemología de las ciencias sociales. La crítica tayloriana a la modernidad ilumina los aciertos y potencialidades de la epistemología moderna, a la vez que muestra los callejones sin salida a los que nos ha abocado.

Dolores Conesa, en “La actualidad de Levinas. Una ampliación ética de la racionalidad teórica”, hace comparecer los motivos de la influencia actual de Levinas en el pensamiento posmoderno. La propuesta levinasiana de ampliación de la racionalidad hacia la alteridad implica también una ruptura de las barreras autoconstruidas por la misma razón moderna.

Por último, presentamos un artículo de Euclides Eslava titulado “El pensamiento ético de Joseph Ratzinger”, donde el autor explora el tema de la libertad en el teólogo alemán. Para Ratzinger, la razón ilustrada –con su pretensión de autonomía– necesita abrirse a las grandes tradiciones religiosas para no desvirtuarse a sí misma como razón ni como libertad. Una vez más comparece la idea de que el aislamiento agosta las posibilidades de la misma racionalidad.

Como es usual en nuestra publicación, incluimos al final una sección titulada Reseñas y los resúmenes de las hojas de vida de nuestros autores y pares evaluadores. Una revista científica es un empeño común; no es sólo tarea de los editores, autores y evaluadores, sino también de los lectores. Sin ellos, ningún intento comunicativo tendría sentido. Agradecemos a todos ustedes, así como a nuestros pares evaluadores y a la Universidad de La Sabana, por el apoyo insustituible para sacar adelante la edición de Pensamiento y Cultura.

Campus Universitario del Puente del Común, diciembre de 2008
Claudia Carbonell
Subdirectora


1 Cfr. O. Neurath, Fundamentos de las Ciencias Sociales, Madrid, Ediciones JB, 1973, pp. 151-152

2 H. G. Gadamer, Mis años de aprendizaje, trad. Fernández, R., Barcelona, Herder, 1996, p. 17.